No hace demasiado tiempo este concepto de ¨regulación de la escalada¨ simplemente no existía, no era necesario, o no habíamos tomado conciencia cierta de los perjuicios que nuestra actividad de escaladores podía conllevar a nuestro entorno.
Ruidos, basuras, erosión, etc son elementos difícilmente compatibles con zonas frágiles en su equilibrio o con especies que requieren de una vecindad respetuosa, y hasta hace bien poco no parecíamos darnos cuenta. Desde luego no solo las administraciones proteccionistas nos han abierto los ojos en este sentido, sino que hay organizaciones dentro del colectivo que nacieron con la sana intención de mitigar estos efectos adversos o de al menos trabajar para ello, es decir, que es innegable la intención de los escaladores, entendido como colectivo, de seguir practicando su actividad sin menoscabo de los entornos en que se desarrolla, y parece esta una muy inteligente actitud, ya que sin cancha de juego va a ser complicado jugar.
Con todo esto los equilibrios son complicados y en ocasiones entenderse con administraciones totalmente impermeables a la participación de las partes implicadas es muy difícil, a veces se hace hasta necesario el arbitraje de la justicia para poner orden. No hay que perder de vista que la legislación medio ambiental prioriza la protección de los entornos y de las especies silvestres al disfrute y el ocio de la población y así parece que debe ser. Tampoco nos olvidemos que las administraciones medioambientales, a las que entre todos hemos puesto ahí, tienen la obligación inexcusable de hacer que la ley se cumpla, sino esto es papel mojado.
Desde aquí vaya nuestro agradecimiento a todas las organizaciones que trabajan para que podamos disfrutar de zonas de escalada y por supuesto también nuestra agradecimiento a todas las administraciones que velan por conservar estos entornos tan amenazados. El equilibrio, como siempre, pasa por el dialogo. Gracias
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